27/2/1977 Prepárese que va a entrar", le ordenó César Luis Menotti, allá por los 20 minutos del segundo tiempo, cuando la Selección argentina paseaba a los húngaros en la Bombonera. El pibe de 16 años y 4 meses, el de los rulos renegridos que le cubrían toda la frente, abrió bien grandes los ojos y sintió que el corazón se le escapaba del pecho. Bajó la vista instintivamente, observó esos queridos colores celeste y blanco como para confirmar que el sueño se estaba por hacer realidad, y enseguida enfiló la mirada hacia las tribunas repletas. No lo podía creer. "Me temblaban las piernas", confesó alguna vez, recordando ese sublime instante.
"Va por Luque. Entre y haga lo que sabe", le indicó el técnico con palabras típicamente menottianas. El pibe de 16 años y 4 meses, el de los rulos renegridos que le cubrían toda la frente, el que llevaba el número 19 en la espalda, el que había esperado pacientemente en el banco de suplentes su momento, pisó el césped y los aplausos unánimes endulzaron sus oídos. Casi enseguida, Gatti sacó del arco para Gallego y el Tolo se la sirvió en bandeja para que empezara a frotar la lámpara con la camiseta anhelada. Y el toque mágico dejó a René Houseman solo frente a Gudjar, el arquero húngaro. Y aunque la maniobra no terminó en gol del Loco, aquellos aplausos se transformaron en la primera gran ovación de su corta vida.
La chapa no se modificó (fue 5-1 para Argentina, con tres de Daniel Bertoni y dos de Leopoldo Luque). El pibe de 16 años y 4 meses, el de los rulos renegridos que le cubrían toda la frente, no la rompió, pero tuvo su bautismo internacional con la Selección mayor. A una edad en que la mayoría de los futbolistas, de los normales, andan corriendo detrás de la pelota en sexta división...
Ya tenía once partidos y dos goles en la Primera de Argentinos —desde su debut contra el Talleres cordobés, el 20 de octubre del 76— y un aura de elegido. El pibe de 16 años y 4 meses, el de los rulos renegridos que le cubrían toda la frente, se entrenaba con la Selección juvenil en el mismo lugar en que lo hacía la mayor, y Menotti muchas veces utilizaba a los chicos como sparrings.
El viernes previo a ese amistoso ante Hungría, el Flaco hizo jugar a los grandes contra los chicos. El pibe de 16 años y 4 meses, el de los rulos renegridos que le cubrían toda la frente, la dejó chiquita. Cuando terminó la práctica, Menotti lo llamó aparte, le dijo que se bañara y que se fuera al hotel Los Dos Chinos, concentración de los mayores. "No quiero ponerlo nervioso... Pero si las cosas van bien, lo meto a usted en el segundo tiempo. Avísele a sus padres, pero no lo comente con nadie más", le confió el entrenador en voz baja.
El domingo, sin embargo, no empezó bien para Argentina: Ardiles desperdició un penal (lo atajó el arquero) a los cuatro minutos de juego. El pibe de 16 años y 4 meses, el de los rulos renegridos que le cubrían toda la frente, trataba de contener su ansiedad en el banco. Pero la Selección (Gatti; Tarantini, Olguín, Daniel Killer, Carrascosa; Ardiles, Gallego, Villa; Houseman, Luque y Bertoni) se hizo ballet, con la religión del toque y el poder de los goles. La hora, su hora, se acercaba... Iban 65 minutos. Salió Luque. Y entró él...
Aquel domingo 27 de febrero de 1977, hace hoy exactamente 25 años, quedó en la mejor historia. El pibe de 16 años y 4 meses, el de los rulos renegridos que le cubrían toda la frente, empezó esa tarde a alimentar un romance eterno. El romance de Diego Maradona y la Selección...
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