¿Cuántas veces hemos deambulado por la
delgada línea que separa la realidad de la ficción, lo que podemos ver y
oír de la fantasía? A todos nos ha pasado seguramente. La literatura,
el teatro, el cine, siempre han sido receptores y transmisores de esta
disyuntiva a través de historias que nos han atrapado más allá de saber
que formaban parte de la imaginación. En el fútbol también sucede muy a
menudo. Escritores y cuentistas como Roberto Fontanarrosa y Eduardo
Sacheri, por citar dos ejemplos, han sabido explotar maravillosamente la
ficcionalización del relato deportivo en obras que ya han pasado a
formar parte de nuestra rica cultura. ¿Mito o verdad? Con ese rumbo
comenzaré a recorrer esta historia.
El principio de este curioso relato si inicia a partir de la
publicación de un libro. Un libro raro, enigmático, de una personalidad
reconocida en Europa que había transcurrido buena parte de sus días como
cuentista infantil, novelista y estudioso de la cultura rusa.
“Camarada Jim, el espía que jugó en el Spartak”,
develaba un secreto bien guardado por su escritor y a partir de ese
instante daba pie a toda una serie de versiones que se trazaron
alrededor de este personaje.
Recién transcurrida la década del ’60, el maestro inglés James
Riordan fomentaba diariamente su fanatismo por el sistema comunista de
la Unión Soviética que incluso lo había llevado a graduarse en Estudios
sobre Rusia en la Universidad de Birmingham. Luego de cumplir con el
obligatorio servicio militar en el Reino Unido, logra conseguir un cupo
en la URSS para continuar con sus investigaciones en la materia, que lo
llevaría años más tarde a publicar los primeros trabajos teóricos sobre
el deporte en el otro lado de la Cortina de Acero. Ya instalado en
Moscú, comenzó a tener contacto cada vez más asiduo con los llamados
“Espías de Cambridge”, un pequeño grupo de intelectuales que había
sabido enviar información desde Gran Bretaña hacia la URSS sufriendo
posteriormente el destierro.
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FC Spartak Moscú: "el equipo del pueblo" en Rusia |
Como buen inglés, James intercambiaba sus funciones de
investigación con las pasiones futboleras, disputando algún “picadito”
de vez en cuando en tierras soviéticas a los 43 años. En estos
eventuales encuentros supo intercambiar alguna que otra pared con una de
las mayores estrellas del fútbol ruso de todos los tiempos: Gennady
Logofet, lateral izquierdo del Spartak de Moscú, ganador de 6
campeonatos con este equipo, integrante de la selección rusa en la Euro
’68 y el Mundial ’70, y posteriormente entrenador del Spartak y la
selección soviética. Fue por recomendación de este jugador que el
entrenador del equipo, Nikita Simonyan, citó a Riordan ante la ausencia
de alguno de sus mejores defensores.
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James Riordan. ¿Mito o verdad? |
La oportunidad perfecta se presentó rápidamente. Spartak debía
enfrentar en el próximo partido al Pakhtahor de Tashkent (hoy
Uzbekistán) en el Estadio Lenin de Moscú, pero la nómina de defensores
no estaba completa: el zaguero central había tenido problemas con la
bebida unas horas antes y cubrir el puesto se hacía de vital
importancia.
“¿Estás libre hoy?, agarra tus botas y ven”, habría
sido el dialogo de Simonyan con Riordan según este último. Para no
levantar sospechas y ante la negativa de la Federación Rusa de habilitar
a jugadores extranjeros -menos aún a ingleses- el futbolista secreto
adquiriría el pseudónimo de Yakov Iordanov.
El encuentro acabaría con un empate a dos, cumpliendo el
nuevo defensor del Spartak con el compromiso en forma efectiva, ya que,
tal como lo cuenta James Riordan en su libro, los goles del contrario
llegarían por errores de los laterales. A partir del debut, el
rendimiento del espía devenido en futbolista iría menguando con el paso
de las fechas. Le seguiría un flojo rendimiento en un encuentro empatado
1 a 1 ante el Kairat Almaty, y como consecuencia el regreso a un banco
de suplentes que lo tendría por un par de partidos más y sin la nueva
posibilidad de demostrar sus cualidades. Tan fugazmente como comenzó, la
carrera de James Riordan como futbolista en la Unión Soviética se
eclipsó. Apenas 180 minutos para quien, según su propio relato, se
convertiría en el primer y único inglés en jugar en el fútbol ruso.
Las páginas de ese país no recordarían ni una sola línea sobre
Yakov Iordanov jugando en el Spartak de la década de 1960. Apenas el
comentario de alguno de sus viejos compañeros que reconocieron a Riordan
como ese efímero defensor central, gesto que sólo sirvió para
enorgullecer aún más a James. ¿Ficción o realidad, leyenda o verdad? Eso
quizás nunca lo sabremos.