Almeyda tiene decidido plantar dos 11 distintos para los superclásicos. Al primero, en Chaco, irá con su resistencia de elite.
Repite casi tanto como al ajo que el 4 de febrero “empieza lo importante”. Sin embargo, y aunque no lo diga, Matías Almeyda tiene en su calendario de pretemporada dos días marcados con resaltador flúo. El 25 y 29 de enero no se sorteará un polvo mágico que borre la mancha más importante de la historia del club y tampoco habrá un ascenso en juego, pero quizá sea una buena oportunidad para empezar a levantar ese orgullo tan herido y, por qué no, hacer que las cargadas crucen de vereda al menos por un rato. Por eso al Pelado, como a todo River, ya se les hace agua la Boca.
Primero fue una voz contundente sobre si era oportuno disputar los superclásicos de verano, aclaró que le gustaría jugarlos a cada rato, aunque veía -acaso todavía ve-, que los ánimos estaban lo suficientemente sensibles como para bancarse las gastadas que no se gastan. Ahora, con los compromisos ya asumidos y sin vuelta atrás, Matías Jesús divide por dos los 180 minutos más calientes del verano, los que tanto esperan los hinchas, y tiene decidido plantar dos equipos distintos en cada chico. Partido Almeyda.
El técnico no le mete el chimichurri del Chori (“Si le ganamos, a Boca se le viene la noche”) ni la picaresca confesión de Sánchez (“Contra Boca nunca perdí”), pero sabe que en el primer cruce no se puede fallar. Entonces, al Chaco va la resistencia de elite. En esa sede inédita para un derby, a sólo un puente de distancia de donde hace poquito se perdió más que un partido con el otro Boca, en el que será el primer Súper después del descenso y también el primero de Almeyda como entrenador, la idea es alinear la misma formación que viene de empatar con Estudiantes, con la salvedad del ingreso (¿y debut?) de Trezeguet en lugar de Gabriel Funes Mori, en tanto que al segundo encuentro, en Mendoza, irán los que la vienen remando desde atrás en este receso.
La marquesina no ahorra en condimentos. Aun sin porotos sobre la mesa, este volverse a ver tendrá la morbosidad del caso, claro, y también la lupa puesta en eso que no pocos dijeron durante el semestre pasado, que el River clase B no andaba tan lejos del Boca campeón invicto.
Para Almeyda, su último superclásico como jugador terminó con una barullera expulsión y la dura derrota que enjabonó un tobogán que no paró hasta el descenso. Tal vez su primero como DT sea el trampolín hacia “lo importante”.
Fuente: Ole
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