lunes, 28 de abril de 2014

#NotaDeAutor : La ilusión de las convicciones - Por Julián Armas


 José mira por la ventana del bar. Intenta alejarse del ir y venir de gente con la mirada perdida hacía la ventana. Las gotas van mojando el vidrio y la noche es iluminada por las luces de los autos. Algunos bocinazos que llegan desde afuera y la música de fondo completan la postal porteña.
José Néstor Pekerman, DT de la Seleción Colombia en Brasil 2014.
 Queda claro que no pertenece a este lugar. Ni el alboroto, ni los nervios, ni los gritos son partes de su ser. Lo suyo es mirar, como quien mira para sus adentros, con la paciencia suficiente para encontrar la justa medida. Sin gestos ampulosos, sin palabras de más. Lo justo y necesario.
 Así es José Néstor Pekerman a pocos días de ser protagonista de un nuevo Mundial. El segundo de mayores y el octavo si sumamos los seis que disputo con los juveniles de Argentina. Aunque este de Brasil tenga un sabor especial, será el primero sin los colores celeste y blanco.
 Tendrá con Colombia, en principio, una ventaja y una desventaja. Ya no partirá como uno de los 3 o 4 candidatos al título, lo que puede ayudarlo. Aunque la presión de volver a una cita mundial y la lesión de Falcao podrían desestabilizarlo.
 Aunque José sabe de momentos cruciales y desafíos. Lo demostró siendo casi un desconocido y ganándose la confianza de Julio Grondona (mandamás del fútbol argentino) en 1994, cuando presentó un proyecto tan destacado y ambicioso que le valió llegar a hacerse cargo de las juveniles argentinas.
 Y fue quien logró cortar la racha de 16 años sin títulos en la categoría Sub 20, además de adjudicarse otros dos campeonatos más antes de alcanzar la dirección técnica de la selección mayor.
 Pekerman parece indestructible, porque debió reinventarse luego de que una lesión cortara su corta carrera futbolística y manejó un taxi algunos años hasta regresar por la puerta más pequeña al mundo del fútbol.
 Hijo de una familia judía, se crió hasta los doce años en el interior de la Argentina y al llegar a Buenos Aires debió ayudar a sostener los negocios familiares haciendo de mozo en la pizzería de su padre y repartiendo garrafas cuando el momento así lo quiso.
 Hoy José enfrenta un nuevo desafío y no siente miedo, lo disfruta. Vuelve con los ojos a la mesa y toma otro trago de café. No habla, sólo escucha y piensa.
 Sus retinas guardan gambetas de Messi y pisadas de Riquelme pero también saben de esfuerzos y sacrificios. Con el perfil bajo y las convicciones de siempre. Así va Pekerman y toda la ilusión de un pueblo colombiano, que quiere volver a sentirse protagonista.

Julián Armas
@julyarmas

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